Hoy estaba metiendo en la caja de los trastos del desván los restos de la huelga, unas cuantas banderas, un silbato con olor a baba rancia, una factura arrugada de un hostal de Madrid y el recuerdo de un puñado de compañeros con los que he convivido en la red dos meses intensos.
Al hacerlo tuve un regusto amargo, el de la derrota. Y es que cada día que pasa me siento más perdedor en esta huelga y víctima de un juego cruel en el que he sido manipulado por personas poderosas que supuestamente están al servicio del ciudadano por un lado (el ministerio) y al trabajador de justicia por el otro (sindicatos), pero que no son más que una mafia al servicio del dinero y el ansia de medrar que han jugado con nuestro pan.
Estos días, en los distintos blogs y foros de justicia, se oyen muchas voces apelando a la victoria que hemos logrado, en compañerismo, de cara a la ciudadanía y en un acuerdo “no tan malo”. Estoy convencido de que son más un intento de levantar la moral a ellos mismos y a los demás por ese regusto amargo del que hablaba, más que de un convencimiento auténtico de haber salido victoriosos.
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Seamos realistas: somos funcionarios, con horario de mañana, sueldo fijo y empleo estable de una administración con retrasos históricos del que se culpa tanto al verdadero responsable, el ministerio, como al último funcionario del pueblo más pequeño de España, el dedo acusador es ignorante y despiadado: la ciudadanía jamás estará de nuestro lado, salvo en un pequeño porcentaje por empatía o verdadero conocimiento: funcionarios de otras administraciones, gente del derecho (y no todos ni mucho menos), familiares y un pequeño grupo de gente de a pie con sentido común, que cada vez es menos por desgracia.
En cuanto al acuerdo, ustedes disculparán, pero es deplorable. Por un lado está la reivindicación económica. Centrándonos en 2008, son 160 € mensuales. Si estudiamos el caso de un funcionario tipo, por ejemplo, un tramitador que haya hecho servicios mínimos un día de cada tres, pueden ser si compensamos el incremento con los descuentos, alrededor de una subida de 200 € ¡en todo 2008! ¿Merece la pena dos meses de huelga, presión, estrés, estar subyugados a un Ministro y un Secretario de Estado despóticos y adictos al menosprecio de sus trabajadores por esa cantidad? Una situación que han tenido que sufrir con nosotros nuestros familiares, un estado de ansiedad generalizado que con el correr de los días se iba incrementando y que gracias al compañerismo, la auténtica victoria de esta huelga, hemos ido sobrellevando apoyándonos unos en otros.
Y eso en lo que respecta al tema económico, si nos centramos en otros detalles el resultado es aún mucho peor: los planes de actuación conforme pasan los días se está demostrando que serán insuficientes para recuperar el atraso, sólo para unos pocos, ya que están a discreción de lo que los Secretarios dictaminen, y de una imprecisión escandalosa, con lo cual, si alguien pensaba recuperar lo descontado que se vaya haciendo a la idea de que eso no va a ser así. Según filtraciones al parecer quedaran fuera los TSJ, las Audiencias, las Fiscalías y los Juzgados de Paz y además, para rematar la faena, los que no han secundado la huelga serán tratados en igualdad de condiciones que los huelguistas. Los planes: peor imposible, un gesto de cara a la galería para, sobre el papel, engañar a la ciudadanía haciendo creer que los dos meses de huelga no supondrán tanto menoscabo económico para los sufridos funcionarios.
Luego está la desvergüenza de los firmantes del acuerdo: por un lado el Ministro Bermejo, que después de dos meses de vejaciones, falsedades y humillaciones a los trabajadores que dependen de su ministerio, comportándose como un patrón esclavizante de una empresa previa a la revolución industrial, ha salido como el auténtico salvador de la situación, en un fin de semana ha arreglado el problema y como premio otros cuatro años aupado a su poltrona. Y por el otro Segarra y Lacuerda, que no se sabe aún a cambio de que prebendas, nos han traído a esta situación: una posición de debilidad en futuras negociaciones, un detrimento irreparable de confianza en los sindicatos y la sensación de derrota, que aunque muchos no exterioricen, estoy seguro que todos compartimos.
Hay otros muchos puntos del acuerdo que merecerían el análisis, por ejemplo el control horario : por mí perfecto, es más una victoria, pero ¿ficharán los secretarios? Según creo tan solo en Euskadi, de todas las comunidades transferidas en las que fichan, lo hacen. No quiero ser exhaustivo y extenderme demasiado, sobre todo porque cuanto más análisis más sombrío se ve todo.
Ante esta situación a mí solo me viene un deseo a la cabeza: ¡Quién fuera transferido! Pero de las comunidades ya transferidas, porque en los futuros procesos de transferencias ¿quién va a negociar? ¿no tiene ya la administración la sartén por el mango al saber que las huelgas, duren lo que duren, no sirven para mucho? Ese es otro de los peajes que tendremos que pagar las comunidades aún no transferidas.
Quizá sea hora de plegar velas, hay muchas voces reclamando sindicatos específicos, asociaciones, voces que se irán apagando con el paso de los días y la vuelta a las rutinas. Yo mantendré la afiliación a mi sindicato, es una opción personal, con la esperanza de que algún día cambien las cosas, quizá una esperanza ilusoria, pero aún creo en el valor de las ideas. Poco a poco esto se olvidará, algunos preferirán olvidar, otros recordarán sin exteriorizar el dolor y la vergüenza ante la manipulación que han sufrido
En este oscuro panorama hay algo en el otro lado de la balanza que, aunque sea solo moralmente, casi equilibra la situación: la unión y fuerza que hemos demostrado, el compañerismo que desconocíamos poseer. Nos hemos estrujado los sesos para hacernos notar en los medios, nos hemos apoyado unos en otros, hemos sufrido juntos después de las expectativas frustradas de cada mesa de negociación, hemos celebrado cada pequeña victoria, cada apoyo del TS, de los colegios de abogados, de cualquier colectivo que reconocía nuestras peticiones legítimas y justas. Yo me siento profundamente afortunado de haber conocido a tantos compañeros, de todos los puntos del país, Cartagena, Logroño, Extremadura, Madrid, Castilla León, Castilla